La primera vez que se presentó una propuesta similar fue en el 2007, ahora cuentan con el apoyo de los concejales Eunisses Hernández y Hugo Soto
La ciudad de Los Ángeles y la comunidad centroamericana tienen una dependencia afectiva de larga data. Ahora, un grupo de líderes y lideresas locales buscan que esa relación se convierta en un reconocimiento oficial, dándole el nombre de Distrito Cultural Centroamericano a un espacio de la ciudad en donde esta comunidad tiene sus raíces desde 1970.
Es un acto de justicia y reparación, sostienen los orquestadores de esta iniciativa; es una manera de darle el valor que merece esta comunidad por el aporte económico, cultural y político que ha dado en los 54 años que lleva afincada en el sur de California.
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“Este llamado ha llegado de la comunidad centroamericana, esta es la representación que ellos quieren para levantar a su comunidad; si piensan que es una reparación, eso se lo dejo a ellos”, indicó Eunisses Hernández, concejal del Distrito 1 de Los Ángeles, quien sometió la moción al Concilio municipal, en representación de un puñado de organizaciones comunitarias.
Después de presentar la moción, el presidente del Concilio de Los Ángeles enviará la propuesta a una o varias comisiones para que sea evaluada y luego se abrirá un periodo de audiencias.
La zona que abarca esta designación cultural incluye áreas de los Distritos 1, 10 y 13.
En principio, esta iniciativa cuenta con el apoyo de Hugo Soto, concejal del Distrito 13. Falta alcanzar la colaboración de Heather Hutt, concejal del Distrito 10 —en las elecciones del 5 de noviembre Hutt buscará la reelección.
“Es un logro importante para la comunidad centroamericana, porque está recibiendo el reconocimiento que merece, sabemos de sus contribuciones a la ciudad de Los Ángeles; la gente salvadoreña tiene ese espíritu revolucionario, la gente guatemalteca viene con sus propias historias, Honduras, Panamá, todos ellos”, valoró el concejal Soto.
Luego de que se realicen las audiencias, la idea es que la propuesta regrese al concilio para que esta iniciativa sea sometida a votación. Al pasar esa etapa, se implementará un plan de varias fases, entre ellas se incluye colocar rótulos que identifiquen la zona como Distrito Cultural Centroamericano, también van a buscar recursos para mejorar los espacios públicos y apoyar a los negocios de esta zona.
“Estamos aquí para asegurarnos de que haya algo permanente, que haya inversión de verdad; eso es algo que yo apoyo”, añadió Hernández, concejal del Distrito 1.
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La propuesta de Distrito Cultural Centroamericano comprende una área en rectángulo que incluye la avenida Vermont, los bulevares Pico y Beverly, así como la avenida Union y la calle Bixel. En el 2010 en esta demarcación vivían 121 mil 389 personas, al menos el 76.8% de ellas son latinas, principalmente de naciones de Centroamérica.
En dos ocasiones anteriores, en 2007 y 2012, se presentaron propuestas para lograr esta designación, pero nunca tuvieron el compromiso ni el respaldo completo de los concejales que gobiernan los vecindarios de Westlake, MacArthur Park y Pico-Union, en donde se ubican los límites de lo que sería el Distrito Cultural Centroamericano.
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El corazón de este distrito cultural es el MacArthur Park, lugar de esparcimiento entre las calles Alvarado y 7th, a donde acuden los migrantes recién llegados a la ciudad.
“En el parque MacArthur es la área donde convergemos los inmigrantes latinos”, comentó Martín Ramírez Obregón, originario de Managua, Nicaragua, sentado en una banca de cemento del emblemático parque. Este hombre, de 60 años, llegó a Los Ángeles en 2020.
A pocos metros de ahí, al cruzar la calle 7th, estaba Marina Leiva atendiendo a varios comensales. Ella dejó el departamento de Santa Bárbara, Honduras, en 2022. El año pasado fue contratada en Doña Bibi’s Restaurant, negocio especializado en la gastronomía hondureña.
“Por una parte, aquí casi no se extraña nuestra tierra, aunque el pueblo de uno nunca lo vamos a olvidar, esos recuerdos de nuestra infancia”, afirma la joven de 21 años. “Pero aquí es como estar en Honduras”.
Al recorrer esta zona, propios y extraños pueden darse cuenta de que los sabores centroamericanos emergen con naturalidad. Los nombres de escuelas y calles, así como los murales en espacios públicos reflejan la cultura centroamericana. Los festivales culturales abundan en los parques de la zona. Los idiomas y las expresiones de la milenaria cultura maya brotan en este distrito con generosidad.
Sobre la calle 6th, en esquina con la avenida Bonnie Brae, tiene su negocio de textiles Bartolo Hernández. Este inmigrante de ascendencia maya se estableció en 1997 en el vecindario Westlake. Llegó ahí porque desde finales de la década de 1970 y principios de 1980 comenzó a llegar a este vecindario inmigrantes maya q’anjob’al y luego maya kʼicheʼ que huían del conflicto civil en Guatemala. Esa guerra se extendió de 1960 hasta 1996.
“Aquí en esta área hablamos q’anjob’al, kʼicheʼ, mam, ixil, kaqchikel y q’eqchi’”, indica Hernández, co-propietario del negocio Artes y Textiles Maya. Al conocer la propuesta que se hizo en el Concilio de Los Ángeles, este oriundo de Totonicapán y hablante maya k’iche’, piensa que “es el proyecto más incluyente” que ha escuchado.
“Sería una iniciativa de unidad con todo lo que se refiere a Centroamérica”, reaccionó el empresario y líder maya. “Aparte de darle el nombramiento a esta zona, también que nos ayuden con la limpieza y la seguridad para que se vea más atractiva”, exhortó.
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En la ciudad de Los Ángeles en 1970 había 7,700 salvadoreños y 5,600 guatemaltecos, basados en datos de la Oficina del Censo. Asentados principalmente en los vecindarios Westlake, MacArthur Park y Pico-Union.
El negocio Arte y Textiles Maya, dirigido por Bartolo Hernández, ofrece una variopinta oferta de productos que enaltecen la cultura maya en Los Ángeles
No es casualidad tampoco que las organizaciones que recibieron a refugiados e inmigrantes que llegaban en la década de 1970 y 1980 perseguidos por gobiernos autoritarios y represivos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, se establecieron y siguen operando en esta misma área.
“Sería un reconocimiento a esa identidad cultural y a los aportes de nuestra comunidad”, reconoce Salvador Sanabria, director ejecutivo de la organización pro-inmigrante El Rescate. Este activista llegó en abril de 1980 huyendo de la persecución debido a su involucramiento en el movimiento estudiantil en la Universidad de El Salvador.
“Nuestra comunidad es multicultural, la componen diferentes naciones de nativos americanos; los centroamericanos no solo son blancos y mestizos; son afrodescendientes, con sus culturas e idiomas particulares”, agrega el organizador de 65 años.
Las organizaciones El Rescate y la Mesa Redonda Centroamericana hicieron la primera gestión en el 2007 para darle nombre a esta zona como Distrito Histórico Centroamericano, pero no prosperó.
La iniciativa se amplió en el 2012, cuando se sumaron instituciones como la Clínica Monseñor Romero, el Centro de Recursos Centroamericanos (CARECEN), el Fondo Salvadoreño Americano para el Liderazgo y la Educación (SALEF), y el Departamento de Estudios Centroamericanos de la Universidad Estatal de California en Northridge (CSUN), para presentar otra propuesta bajo el nombre de Distrito Cultural Centroamericano.
Ante la oposición que surgió en los concilios vecinales, el entonces concejal del Distrito 1, Ed Reyes, retiró el apoyo a esta iniciativa. Al frente de este distrito asumió Gil Cedillo en el 2013, concejal que tampoco sacó adelante esta propuesta como una forma de revancha por la cercanía con José Gardea, ex-jefe de personal de Reyes y adversario de Cedillo, que tuvieron las organizaciones que impulsan este esfuerzo.
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Douglas Carranza, antropólogo y profesor de Estudios Centroamericanos en CSUN, expone que hay muchas razones para reconocer este espacio como Distrito Cultural Centroamericano. A su juicio, esta comunidad ha dado una enorme contribución en el trabajo organizativo desde el movimiento de solidaridad en la década de 1980, luego en los sindicatos y organismos comunitarios que han abogado por los derechos humanos de los migrantes, entre otras causas.
Igual importancia tiene el aporte en el sector económico, con la creación de pequeños negocios y la presencia en la academia, los medios de comunicación, la salud y las ciencias jurídicas, entre otros campos.
“Hay una resistencia gestada por los grupos de poder que se sienten amenazados ante un crecimiento de una comunidad como la nuestra, que tiene una experiencia política y organizativa inigualable, y con una creatividad que sobrepasa la de ellos”, destacó Carranza, académico de ascendencia salvadoreña.
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Para 1980 en Los Ángeles vivían 61 mil 600 salvadoreños y 38 mil guatemaltecos; una década después eran 503 mil 400 personas centroamericanas en esta misma ciudad.
Fue justamente en el primer lustro de la década de 1980 cuando se fundaron la Clínica Romero, CARECEN y El Rescate en esta misma demarcación que buscan se reconozca como Distrito Cultural Centroamericano —y todavía siguen trabajando ahí. Luego se crearon otras organizaciones y emprendimientos de inmigrantes guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses.
Aquí, por ejemplo, se encuentra el corredor maya guatemalteco sobre la calle 6th, en las inmediaciones del MacArthur Park. En esta zona también se localiza el corredor salvadoreño sobre la avenida Vermont. Igual en este distrito cultural, en la esquina de las calles 8th y Valencia, se ubica la plaza dedicada a Francisco Morazán, paladín hondureño y promotor de la unión centroamericana.
En el emblemático MacArthur Park se puede apreciar la estatua que representa al mártir salvadoreño, Óscar Arnulfo Romero, arzobispo asesinado por los escuadrones de la muerte en marzo de 1980. En otra parte del parque se encuentra la cápsula del tiempo y el monumento a la diáspora salvadoreña, creada en 1993 por el difunto escultor salvadoreño Dagoberto Reyes con la participación de la organización El Rescate.
“Esto nos ayudará a nosotros a cimentar nuestra presencia política, cultural y económica”, reconoce Carlos Vaquerano, director ejecutivo de la Clínica Romero y fundador de SALEF, entidad que bajo su conducción gestionó desde 2010, junto al exconcejal Ed Reyes, la instalación del busto del arzobispo salvadoreño, develado en 2013 en la esquina de las calles 7th y Alvarado.
Este activista ha visto y ha sido protagonista del crecimiento de esta comunidad. Para él, lograr la designación del Distrito Cultural Centroamericano tiene un valor muy singular. El 4 de noviembre de 1980 llegó al Valle de San Fernando, una hermana se había establecido en Van Nuys desde 1977. Vaquerano, de 64 años, recuerda que la primera vez que llegó al MacArthur Park fue en enero de 1981. Acudió buscando a un grupo de salvadoreños que realizaban una protesta contra la represión en El Salvador.
“Esa área la utilizábamos para vigilias y protestas contra la guerra por varios años; el MacArthur Park es un lugar histórico”, comenta el activista salvadoreño que en 1995 fundó la organización SALEF, en la que han apoyado con becas a estudiantes indocumentados y han acompañado las luchas de la comunidad centroamericana.
Sin tener el nombramiento oficial, Los Ángeles se ha convertido en el distrito cultural y en la capital de la diáspora centroamericana. En ninguna parte del mundo se concentran tantas personas de ese origen fuera del istmo. Al menos 800 mil personas de ascendencia centroamericana viven en el condado de Los Ángeles, según el Centro Pew.
“Este es un momento histórico importante”, valora Vaquerano, invitando a los restantes 13 concejales de Los Ángeles a que se sumen y apoyen este esfuerzo que inicialmente cuenta con el respaldo de Hernández y Soto, concejales de los Distritos 1 y 13. “Nada es regalado, hay que pelear y demostrar por qué estamos luchando, porque nosotros somos una importante comunidad en esta ciudad”, subrayó el director de la Clínica Romero.
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Por muchos años, los vecindarios Pico-Union y sus alrededores han sido la zona de transición y el puerto de llegada de la comunidad centroamericana, luego los inmigrantes se mueven a otras partes de Los Ángeles o se van a otros Estados. En toda la nación, en la actualidad viven alrededor de 6.5 millones de personas con raíces centroamericanas.
Con esta iniciativa, entretanto, la idea es de que las futuras generaciones puedan visitar una área que lleve el nombre y honre el legado de la comunidad centroamericana que lleva más de medio siglo en Los Ángeles, tal como ha sucedido en el pasado con las comunidades coreana, china, armenia, filipina y japonesa, entre otras, a las que se les ha reconocido su propio espacio cultural.
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